Es el más grande de los cinco que gestiona la Autoridad Portuaria de Baleares y está situado en el medio de la ciudad, justo delante del laberíntico casco antiguo. Unido de una punta a la otra por el paseo Marítimo, que fue literalmente robado al mar en los años sesenta, se divide en cuatro zonas bien diferenciadas: los muelles comerciales, muelles de Poniente, las dársenas deportivas y el dique del Oeste. Dispone de unos servicios que, aún habiendo hecho frente a limitaciones de espacio, han posibilitado la consolidación del puerto como uno de los más importantes de todo el Mediterráneo en relación al tráfico de cruceros.
La combinación de entre carga de mercancías, navegación deportiva ( la bahía de Palma es el marco de algunas de las regatas más importantes del Mediterráneo: la Copa del Rey y el Trofeo SAR Princesa Sofía), llegada y salida de pasajeros, y pesca, obliga a optimizar el uso de las instalaciones y, sobre todo, el espacio. Con la conjunción perfecta entre tradición y avances tecnológicos, este puerto es la demostración física de que el Mediterráneo tiene una filosofía propia, pausada y tranquila; pero, que tiene un carácter que no olvida la modernidad y que lo convierte en un lugar que, tanto los visitantes como los habitantes, aprecian mucho.
Historia
En la ciudad de Palma había tráfico marítimo aún antes de la dominación musulmana (902-1229) en dos parajes del actual puerto, la rada de Portopí y en la Cala, hoy aterrada, que se extendía desde el Paseo del Borne hasta donde se alza el Palacio de Justicia y el Gran Hotel. Del actual Muelle Viejo hay ya referencias en órdenes del rey Jaume I del año 1273.
Estas primitivas instalaciones portuarias se mantienen prácticamente igual hasta principios del siglo XIX. Desde entonces se suceden las obras que ininterrumpidamente van configurando el moderno puerto de Palma.