En la ciudad de Eivissa, con una gran oferta nocturna de ocio, complementada por las construcciones medievales de Dalt Vila y sus calles enrevesadas y laberínticas, el puerto se integra en su movimiento diario, en su vida, regalándole una característica añadida: el atractivo turístico.

El puerto cuenta, además de los muelles para mercancía y pasajeros, con el dique del Botafoc, donde se realiza la descarga de combustibles que consume la isla y lugar donde amarran los grandes cruceros turísticos que recalan en él.
También cuenta con varias dársenas deportivas con un total de 1.400 amarres para embarcaciones de recreo.

Mezcla de la tradición más pura y de las tendencias de ocio más vanguardistas, Eivissa y en consecuencia su puerto, ofrecen un lugar impresionante, que es el destino de muchas miradas y pasiones.

 

Historia

Los cartagineses fundaron la colonia púnica de Eivissa en el año 650 a. c., convirtiendo su puerto en importante base naval de su armada. Los romanos hicieron de Eivissa ciudad confederada y mantuvieron la floreciente actividad comercial que ya tenía bajo la dominación cartaginesa.

A pesar de los múltiples testimonios del tráfico, no se encuentra rastro alguno de obra marítima hasta el año 1616, en el plano que acompaña la Carta de Don Juan Ponce. En el siglo XVII ya se conoce la existencia de edificios para fines portuarios y similares y un muelle en el paraje del Arrabal.

Las modernas infraestructuras portuarias datan de principio del siglo XX, con la construcción del dique de abrigo que da protección a la zona sur del puerto. Desde los años 50 se suceden importantes obras de mejora, pero es en las últimas dos décadas cuando el puerto de Eivissa se dota de las infraestructuras hoy utilizadas.


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